Esa Maldita Felicidad, Pepe Solla, Día Internacional del Migrante

Xente de aquí e de acolá

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Seguro que has escuchado alguna vez lo de “yo tengo familia en Brasil”, “ah pues yo en Argentina”, o “mis abuelos emigraron a Alemania”. Los movimientos migratorios han sido una parte fundamental en el proceso de desarrollo de las sociedades. 

 

Una sociedad sin migrantes es un poco como una mesa con tres patas, si te gusta el arte conceptual puede estar bien pero para evitar que se te caiga la sopa del plato no es muy útil. Los países que poseen una población más variada en cuanto a origen son más ricas, cultural y socialmente. 

 

Y es que ya sea por buscar nuevas oportunidades, nuevas aventuras, escapar de problemas de los países de origen las migraciones son un regalo para los países receptores. Si valoramos la pizza o las crêpes deberíamos darle el mismo valor a todo lo que entra en nuestro país, ya sea comida, gente, idiomas, obras de arte, etc. 

 

Hay que tener en cuenta que las migraciones se producen por diversos motivos pero sobretodo hay que concienciarse, empatizar y prestar especial atención a aquellas que se producen por conflictos bélicos, persecuciones o pobreza en los países de origen. 

Cuando alguien emigra puede ser un drama o una alegría, pero cuando alguien huye no hay cabida para la duda.

 

Sea cual sea la procedencia, el estatus, el motivo de su viaje, su idioma o su cultura, acoge. Se puede decir más alto pero no más claro. En un mundo cada vez más globalizado las fronteras solo generan barreras mentales y hacen que busquemos diferencias donde no las hay. No somos diferentes, somos diversos y son muchas más las cosas que nos unen que las que nos separan. Y las que nos separan sirven para dos cosas: ser únicos y, sobretodo, para aprender. 

 

La educación que permite los movimientos migratorios no aparece ni en libros ni en wikipedias. El contacto con personas de diferentes culturas y procedencias nos ayuda a cultivarnos, a evolucionar y a tener una actitud curiosa y en particular empática con el mundo que nos rodea

 

Juntar los sabores y ritmos de diferentes rincones del mundo es una de las misiones de la puerta a América que todos los años abrimos en la Carballeira. Descubre «Esa Maldita Felicidad».

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