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Durante este año 2020 hemos llegado a vivir situaciones realmente escalofriantes, temidas, tristes y desesperadas. El descontrol ocasionado por la crisis sanitaria ha provocado escenarios que nunca antes habríamos imaginado. Y hoy hacemos hincapié en un comportamiento que muchos replicamos: la compra masiva e impulsiva en los supermercados.
Como si de un apocalipsis zombie se tratara los países del “primer mundo” nos vinimos arriba, muy arriba, en eso de conseguir todas las “provisiones” necesarias para lo que se auguraba como un confinamiento lánguido y largo. No nos equivocamos, ya que la primavera nos la pasamos en el sofá. Y aunque todos aquellos que quisieron pudieron hacer compras diarias, semanales o mensuales… la histeria colectiva hizo que durante los primeros días se repusiera más papel higiénico en los pasillos de los supermercados que Estrella Galicia en el Portamérica.
La consecuencia: toneladas y toneladas de comida directamente al cubo de la basura, semana tras semana.
Sin embargo, aunque parezca que nos vimos en una situación límite, presos de nuestras propias conclusiones sobre una situación de la que sabíamos más bien poco, es alarmante ver que el desperdicio diario de comida es una práctica habitual en los países “desarrollados”.
Y esto no solo pasa en nuestras casas, cuando tiramos fruta que ya no está “buena” o yogures que han caducado porque necesitamos ocho tipos de flanes en nuestra nevera, sino que en el propio proceso de distribución se pierden toneladas y toneladas. La ONU estima que solo entre la cosecha y las tiendas se pierde cerca del 14 % del total de alimentos producidos en todo el mundo. Esto se llama comúnmente pérdida de alimentos.
Pero hay otra problemática y son los alimentos que se pierden entre el minorista y el consumidor. Esto se llama desperdicio de alimentos.
Por eso el lema de este año para el día internacional de concienciación sobre la pérdida y desperdicio de alimentos es “Detén la pérdida y el desperdicio de alimentos. Por la gente. Por el planeta”.
Desde PortAmérica tratamos de implementar una economía de sostenibilidad circular, que se basa en el principio de “cerrar el ciclo de vida” de los productos (la comida), servicios, agua, residuos, etc… Pero no es moda, y aunque lo fuera no sería lo importante.
Con esto no queremos decir que el fin justifique los medios. Si no que compartimos con Begoña Rodrigo la opinión de que:
“Ser ecológico no es postureo,(…) y si te sientes un hipster haciéndolo a mi me la p***.”
¿Quieres escucharla sin censura? vuela al capítulo “El valor de las personas” dentro de “Esa Maldita Felicidad”:
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