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Seguro que en alguna ocasión has escuchado en tu círculo de conocidos, o no tan conocidos, esto de: “no soy racista, pero…” o “no soy homófobo pero…”.
Vamos a ver, ¿¡pero qué!?
Esas frases nunca tienen un final feliz. Y además, parece que cada vez que entras en una red social nos hemos radicalizado un poco más. ¿Por qué vamos hacia lo extremos?
Tal vez por miedo a no valorar lo propio (o lo ajeno), por temor a lo desconocido, por falta de educación. Sea cual sea el motivo parece que el barco se hunde. ¿Acaso no podemos parecernos aunque sea un poco a las tazas de Mr. Wonderful?
Vivimos en una sociedad. Pero como miembros de ella tenemos mucho que decir. ¿Cómo de tolerante la queremos?¿Cómo de empática? Hemos crecido en suciedades que de base son racistas, machistas, homófobas… y demás cochambre. Pero no hay problema. Tenemos un plan de limpieza:
- Reconocer nuestros errores
- Educarnos en cómo corregirlos
- ¡Ponerse manos a la obra!
Voilá
Los pequeños cambios que podamos hacer en nosotrxs mismxs y en nuestros círculos familiares y sociales suponen un paso de gigante. Así pues, nos posicionamos del lado de todas aquellas personas que son víctimas de la intolerancia.
¿No sería genial que todos nos sintiéramos tan cómodos como para compartir un mismo puff? Hacer del planeta un lugar confortable y pacífico para todos.
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